El muérdago de roble estaba a los ojos de los Galos un objeto maravilloso y consagrado; los sacerdotes presidían a la recolección del muérdago, como a una ceremonia religiosa; un druida vêtu de blanco subía sobre el árbol, cortaba el muérdago con una podadera de oro, y lo lanzaba a una ropa blanca para que no fuera profanado por el contacto de la tierra.

Se fundó Marsella, Niza, Agde y de otras ciudades del Mediterráneo hace cerca de veinticinco siglos por Phocéens, Griegos de la Asia Menor, y una parte de los Franceses de estas ciudades tienen para antepasados de los Griegos.

La fundación de Marsella se rodea con graciosas leyendas.

El Phocéens acababan de descargar y buscaban una tierra para establecerse: dado que se admitió a su joven jefe Eugène a la tabla del rey del país, la muchacha del rey lo elige para su esposo ofreciéndole que debe beberse: el joven extranjero se convirtió en el yerno del rey, y fundó la ciudad de Massalie en el territorio que se le dio.

Este grabado representa la leyenda y no la verdad histórica, que nos escapa: en el fondo de un bosque de robles, viejos druidas en vestido blanco realizan el sacrificio delante del belicosos armados: se ven muy al alrededores de grandes piedras llamadas dólmenes y menhires, que se veneran como altares.

Esta leyenda no se basa en ningún fundamento; no sabemos nada ni de la edad ni del traje de los druidas, y es cierto que los dólmenes y los menhires son mucho más antiguos que el Druidisme.

A los Galos les gustaban las aventuras, y su audacia los implicó a menudo a lejos.

Al cuarto siglo antes del J.-C., una de sus bandas empujó hasta el corazón de Italia, pegó al ejército romano a combinó, entró en Roma, asedió la fortaleza del Capitole, y forzó a los Romanos a capitular.

El supidos duran pagar 1000 libros de oro (326 kilog.), y se informa de que el jefe galo, para para tener la buena medida, lanzó la balanza su pesada espada con su cinturón, y exigió el peso en oro, limpiándose: "desdicha a los supidos".