Childebert era los segundos hilos de Clovis y Clotilde.

Además del reino de París, recibió en 511 su parte de Aquitania, que parece haber sido compartido entre los cuatro hermanos como un rico ámbito cada uno del cual quería su parte.

Su reino se aumenta sucesivamente de una parte del reino Clodomir, de provincias retiradas al Burgondes, finalmente de una parte de la herencia de Théodebert.

La historia de los hilos de Clovis es una serie de crímenes.

Clodomir había dejado a su muerte a tres jóvenes niños, y grand' madre Clotilde se los había tomado bajo su guardia.

Clotaire y Childebert, solucionando de hacerlos morir, para compartirse sus bienes, rogaron a Clotilde de los suyos enviar en París, bajo pretexto de coronarlos reyes, luego cuando los tuvieron en ellos poder, los llevaron en un subterráneo, y degollaron dos a pesar de sus lágrimas y sus súplicas; el tercero, Cloud o Clodoald, fue tomado de sus manos por un belicoso franco, y se consagró al Señor.

La Tradición hizo él a un santo, y un burgo de los alrededores de París guardó el nombre de Saint-Cloud.

A Clotaire, más joven de los hilos de Clovis, tenía una quincena de años a la muerte de su padre.

Participó en las guerras contra el Thuringiens, contra el Burgondes y contra los Visigodos, pero era un bárbaro malévolo y brutal que se indicó sobre todo por sus crímenes.

La invasión había trastornado a la sociedad; las costumbres volvían a ser salvajes, y la sola Iglesia impedía la civilización fallecer.

Clotaire, estos últimos años de su vida, tuvo que reprimir dos rebeliones de sus propios hijos Chramne, aquél que gustaba mejor entre todos sus niños.

La primera vez le hizo gracia, pero el segundo, Chramne, supido en Bretaña, cerca de Dolo, y hace a preso en su fuga, imploró vanamente su perdón; se vinculó firmemente sobre un banco de madera, encerrado en una choza y quemado con su mujer y sus niños.

La mujer de Clotaire, Radegonde, joven cautiva quien había casado de fuerza, era un alma URE y delicado.

Rebelada de los crímenes del rey, se huye del palacio, corrió a Línea fronteriza, y dirigiéndose al obispo santo Médard, suplicó dedicarlo al Señor; los belicosos francos habían entrado en la iglesia para buscarlo, pero santo Médard despreció sus amenazas, y Radegonde encontró en el claustro un refugio.