Sigebert, rey de Austrasie, había casado a Brunehaut, a muchacha del rey de los Visigodos.

Chilpéric, el rey de Soissons, quiso tener también a una princesa para mujer, y pidió la mano de Galswinthe, a hermana de Brunehaut.

La madre de Galswinthe se oponía a este matrimonio, tanto temía la brutalidad de los reyes honestos; pero Chilpéric hizo las más bonitas promesas.

Forzada renunciarse, acompañó a su hija desde Toledo hasta los Pirineos, y le hizo adioses desgarradores; no debía ya revisarla (567).

El matrimonio de Galswinthe se celebró en Ruán con una rara magnificencia, y Chilpéric pareció en primer lugar dar prueba a su mujer un gran amor, pero pronto, cuando recibió todos los tesoros que aportaba en dote, la trató outrageusement, y como hablaba darse la vuelta en España para su madre, la hizo estrangular mientras que dormía (568).

Poco tiempo después casaba a Frédégonde, mujer de baja condición, al cual había obedecido matando Galswinthe, y él mismo que debía un día hacerlo asesinar.

La historia de Frédégonde y Brunehaut es un largo drama.

Frédégonde hizo matar sucesivamente a los hijos de su marido, luego Sigebert, marido de Brunehaut, finalmente Chilpéric él mismo; se murió toda-potente (597).

Entregada de su enemiga, Brunehaut redobló de esfuerzos para destacar los derechos, pero se abandonó de todos; seguida siendo sólo en frente los grandes, se suministró al rey Clotaire II, hilos de Frédégonde.

Después de tres días de tortura, se ligó a la cola de un caballo y puesta en pedazos (613).