
Los señores, que sienten su fuerza, controlan sus tierras como pequeños reyes, es decir hacen la paz o la guerra, aumentan impuestos y vuelven la justicia como lo oyen.
No son absolutamente independientes uno: los feudos, o tierras nobles, se supeditan los unos a los otros; los simples caballeros son los vasallos de los barones, los barones de los condes y duques, finalmente los más grandes señores son a su vez el vasallos del rey: tales son los duques de Borgoña y Bretaña, los condes de Flandes y Champaña.
Pero los vasallos no son temas, y el rey es muy poco potente.
Los señores, que comienzan por ser los guardias de los campesinos contra las invasiones, deben ellos poder a los servicios que prestan.
Pero, terminadas las invasiones, guardan su poder y abusan a menudo para oprimir los escasos y para hacer la guerra entre ellos.
La Iglesia, la única potencia que todos respetan, hace los mayores esfuerzos para restablecer la paz; predica la justicia y a la humanidad; hace jurar a los caballeros defender los escasos; establece una tregua cada semana, la tregua de Dios, y lo apenó cuyos recalcitrantes amenaza, la excomunión, hace temblar los más grandes señores.
