Los Templiers fueron todos los decretos el mismo día (sept.1307), y puesto a la tortura: la mayoría, vueltos loca por el sufrimiento, se reconocieron culpable de todos los crímenes que se podían imaginar y se condenaron a la prisión perpetua; se condenó a muerte como relaps y se quemó una sesentena de ellos, que retractaron sus consentimientos, a pequeño fuego (1308).

El gran amo, Jacques Molay, esperó su juicio durante seis años en el fondo de un terrible calabozo: condenado en primer lugar a la prisión, se quemó se declaró inocente, y con otro Templier, en una pequeña isla del Sena, que es el terraplén hoy del Puente-Nueve (marzo 1314); mostró un tan grande valor, que dejó en el estupor a todos los testigos del sonido suplicio.

Inmediatamente después la muerte de Philippe el Belio, los nobles se vengaron él sobre su Ministro Enguerrand de Marigny: lo acusaron de traición, peculado, falsa acuñación de moneda y magia: lo infeliz, abandonado por Luis X, tuvo para jueces más mortales enemigos, y ni siquiera obtuvo la palabra para defenderse; se condenaron colgar le, y su cuerpo permaneció durante dos años adjunto al gibet de Montfaucon, junto a los de los malhechores.

Se lanzó a su mujer y a varios de sus amigos los calabozos (1315).