Concini era un aventurero italiano, hijos de un notario de Florencia.

Venido en París con Marie de Médicis, en 1600, casó Léonora a Galigaï, señora de la limpieza y favorita de la reina, se insinuó en las buenas gracias de Marie, y por una fortuna escandalosa pasó a ser marqués de Ancla, mariscal de Francia, finalmente también potente que si tuvo el título de Primer Ministro.

Marie de Médicis, nacida en Florencia en 1572, era muchacha del Gran Duque de Toscana.

Novia a Enrique IV en 1600, dio el día a Luis XIII y a Gaston de Orleans.

Después de haber ejercido la regencia, exilée en Blois después de la muerte de Concini e hizo la guerra a sus hijos para recobrar el poder.

Reconciliada con él por Richelieu, reanudó influencia después de la muerte de Albert de Luynes, pero en 1630 intrigó contra Richelieu él mismo: Luis XIII sostuvo a su Ministro y Marie de Médicis se murió en el exilio en 1652.

Henri de Condé era el nieto de Louis de Condé.

Se convierte al catolicismo y estuvo mucho tiempo en favor ante Enrique IV, en 1610 se puso a la cabeza del descontentos y tomó tres veces las armas contra Concini: las dos primeras veces consigue hacerse cebar de oro, pero a la tercera rebelión, Concini perdió paciencia y lo encerró a la Prisión.

Un joven cortesano, Albert de Luynes, deseaba el lugar de Primer Ministro; halagó con destreza a Luis XIII, lo excitó a deshacerse de Concini, a alejar su madre y a tomar en mano el Gobierno.

Louis pidió detener al mariscal de Ancla, y matarlo si resistiera.

El capitán de los guardias Vitry, encargado de la detención, comprendió que se le pedía un asesinato, y satisfizo el deseo del rey: en el momento en que Concini entraba al Louvre, Vitry y su gente se lanzaron él y lo mataron a golpe de pistola (abril 1617).

Este asesinato fue seguido de repelentes escenas: el pueblo, que odiaba a Concini, celebró su muerte por fogatas y por bordes; el populacho rua sobre su hotel y se lo pilló, sin que se hizo nada para impedirlo; luego locos fueron a desterrar el cadáver a Saint-Germain-l' De Auxerre, lo arrastraron de calle en calle y terminaron por quemarlo.

De Luynes se apropió los bienes de su víctima, y para no tener que temer el mariscala de Ancla, la hizo acusar de brujería, condenar a muerte, descabezar y quemar en lugar de Huelga.