Celosa de nuestro comercio y nuestras colonias, Inglaterra comienza las hostilidades sin declaración de guerra (1756).
Francia tiene en primer lugar la parte: El Galissonière pega la flota de Byng cerca de Menorca, y el duque de Richelieu toma PORT-Mahon, pero el Gobierno comete el a falta de combinarse a Austria contra la Prusia; la guerra se vuelve entonces general.
El rey de Prusia, Federico II, en primer lugar seriamente es amenazado por una formidable coalición, y reduce al ejército inglés de Hannover, delimitado a Closterseven por el duque de Richelieu, a prometer disolverse (1757), pero Federico II, servido por las faltas de sus enemigos, pega a los Franceses a Rosbach (1757), y se debe cabeza a los Austríacos y a los Rusos, mientras que el ejército inglés vuelve a entrar en campaña contra todo derecho.
Sobre mar, los Ingleses, muy superiores en fuerzas, devastan nuestros puertos, destruyen nuestras flotas, arruinan nuestra marina mercante, y nos toman la mayoría de nuestras colonias.
Francia, reducida que debe firmarse el Tratado de París, abandona a Inglaterra India, el Canadá y Senegal (1763).
Inglaterra y la Prusia triunfan.
Choiseul intenta destacar la Francia de este desastre: reorganiza el ejército y la marina, reúne en Francia a Lorena (1766), y a la Córcega (1768), pero se deshonra.
El Gobierno de sus sucesores, llamado el triunvirato, es una serie de vergüenzas; no remedian ningún abuso, rompen al Parlamento y hacen bancarrota; exteriormente, dejan desmembrar Polonia.